Hace aproximadamente una década, mi esposa Agustina y yo (Alejandro) establecimos nuestro hogar en el valle del río Mashpi, enclavado en la región del Chocó Andino, reconocida como una de las zonas con mayor biodiversidad del planeta, donde la naturaleza siempre ha florecido en todo su esplendor.
La finca donde residíamos conservaba el 80% de su superficie como bosque, y el 20% restante se utilizaba como pastizal. Los pastos estaban invadidos por la hierba, y el ganado que los utilizaba había compactado profundamente el suelo. Simultáneamente, observamos que la expansión de los monocultivos, el uso de agroquímicos, la deforestación y las malas prácticas ganaderas estaban causando un deterioro ambiental significativo.
Por esa época, descubrimos que la zona del Chocó Andino albergaba especies endémicas de cacao nacional, un patrimonio biocultural amenazado principalmente por la hibridación con variedades como la CCN 51. Al observar las plantas nativas de cacao, nos dimos cuenta de que el cacao prosperaba a la sombra del bosque y junto a otras plantas.
Decidimos actuar con el objetivo de demostrarnos a nosotros mismos y a la comunidad que era posible lograr medios de vida regenerativos y sostenibles. Así nació Mashpi Chocolate, con la conservación como motor. Comenzamos a plantar cacao nacional tradicional en los pastizales, dentro de diversos sistemas agroforestales. Surgió otro aspecto clave de nuestro proyecto: la defensa de la soberanía alimentaria. Con contribuciones de diversas fuentes y un deseo de diversidad, nuestra colección de plantas útiles creció, y hoy cientos de especies prosperan en hermosa armonía.
Cuando vendimos nuestras primeras cosechas de cacao, nos topamos con la dura realidad de la vida rural: el intermediario. Nuestro arduo trabajo fue infravalorado, y nuestro invaluable cacao orgánico nacional se mezcló con cacao híbrido tratado con veneno.
Decididos a no permitir que esto continuara, nos propusimos crear el primer chocolate resultante de una restauración integral, tanto ambiental como social. A base de ensayo y error, afinamos y calibramos máquinas y paladares: una aventura de olores, sabores y desafíos.
Afortunadamente, gracias a la diversidad de plantas que plantamos junto al cacao, diversificamos los sabores de nuestras barras de chocolate y cacao en polvo. Las primeras flores de cardamomo florecieron, atrayendo a los colibríes en su celebración. Meses después, ¡presentamos con orgullo una barra de chocolate con infusión de sal marina y cardamomo!
Gracias a nuestro compromiso con la agrobiodiversidad, nuestra familia ha crecido y seguimos innovando, guiados por las necesidades del paisaje y los beneficios de los agrobosques. La naturaleza sigue siendo nuestra maestra más sabia, inagotable y siempre bondadosa.
Gracias por leerme,
-Alejandro